Reflexión para las mujeres: ¿La soledad, un abismo o la cumbre de la montaña?

12.10.2015 17:05

La soledad. La temible por todos nosotros soledad. Las mujeres somos seres altamente emocionales. Por tanto, a menudo, las mujeres nos ahogamos en la soledad porque no conseguimos encontrar una vía de escape a nuestras emociones. Las emociones se convierten en nuestras enemigas que nos desbordan y destruyen. Muchas de las mujeres le tienen miedo a la soledad evitándola a toda costa.

Se cree que los hombres le tienen miedo al compromiso. Sin embargo, algunos también le tienen miedo a la soledad. En mi humilde opinión, a la soledad le tienen miedo todos tanto hombres como mujeres. Pero los hombres saben afrontar las consecuencias que ésta trae consigo. Ellos saben manejar mejor sus emociones y no dejan que les consuman.

En realidad la soledad no es nuestra enemiga. Una mujer sabia no debe evitarla sino que incluso a veces buscarla. La soledad no es un abismo, ni un agujero negro y no detiene el tiempo, al contrario, lo da. Y aquí una de las más importantes aportaciones de la soledad. La soledad nos brinda el tiempo. El tiempo que podemos aprovechar para hacer cosas grandes. El tiempo es la fortuna más grande que puede tener una persona. Una persona que dispone de tiempo es una persona rica. Solo que hay que aprender a manejar este bien de gran valor. Mucha gente no sabe cómo manejarlo y lo desperdicia. El tiempo es tan valioso como el dinero, porque el tiempo hace dinero. El tiempo se invierte en unas acciones u otras. Cuando el tiempo está bien invertido y organizado es como el dinero, nos aporta riqueza. La soledad nos brinda este valioso bien. ¿Por qué derrumbarse ante la soledad en lugar de sacarle el máximo partido?

Por otra parte, me repetiré, la soledad no es una enemiga. La soledad es una maestra. De hecho, la mejor maestra que haya podido existir. La soledad enseña en silencio. Los maestros que dan charlas extenuantes pocas veces logran que sus alumnos se queden con al menos la mitad de lo que haya dicho. ¿Sin embargo, qué ocurre con los maestros que dan lecciones prácticas en silencio, lecciones el sentido de las cuales el alumno ha de descubrir por sí mismo? Estos maestros logran una mayor aportación a la experiencia y conocimiento del alumno. Este tipo de lecciones son con las que nos quedamos para el resto de nuestras vidas. Pues la soledad es una de estos maestros. Nos puede enseñar mucho sobre nosotras mismas, nuestro mundo interior, nuestra espiritualidad. Nos puede mostrar nuestras propias fortalezas de la existencia de las cuales ni lo sabíamos, nos enseña más sobre la vida y relaciones humanas. En verdad, puede enseñar cualquier cosa que deseamos. Solo que debemos de darle un determinado enfoque, aprovechando el tiempo que nos da. Debemos de invertir este tiempo en descubrir cosas que nos apasionan, cosas que despiertan un interés, cosas que nos llaman. La soledad obsequia de un gran valor, el tiempo, que no debemos de desperdiciar, permitiendo que las emociones nos hundan, sino que hacer el provecho de nuestras capacidades mentales. En vez de sufrir, piensa. ¡PIENSA! Esta es la clave. Y no te sientes de brazos cruzados, permitiendo que las introspecciones poco constructivas te consuman. Ocupa tu mente con ideas brillantes y conocimiento. ¡Y, por supuesto, actúa! Haz cosas grandes. ¡Fuera los miedos irracionales! La soledad no mata, no es una asesina despiadada. Recuerda, es tu maestra. Aprende a organizar tu tiempo, tus ideas y tus acciones. No desperdicies este regalo.

De hecho, no estoy hablando de un aislamiento enfermizo sino que de una soledad sana sin lágrimas, pero ocasionalmente con nostalgia. ¿Qué te está dando tu soledad ahora? ¿Sufrimiento o paz? ¿A dónde te lleva tu soledad? ¿Te precipita al abismo o te alza a la cumbre de la montaña?